Cogemos los tomates y los ponemos en un cazo con agua que llevamos a ebullición. Cuando la piel se agriete un poco, los sacamos del fuego y los colamos.
Los ponemos en un procesador de alimentos y los trituramos.
Mientras, les quitamos la piel a los ajos y los troceamos. No hace falta que los trozos sean muy pequeños.
Calentamos 4 cucharadas de aceite en una sartén y echamos los ajos. Inclinamos un poco la sartén de forma que los ajos queden bien sumergidos en el aceite. Cuando están dorados (pero no quemados) los sacamos de la sartén y conservamos el aceite. Se trata de que el aceite se quede con el sabor del ajo (por cierto, hay quien deja los ajos, pero nosotros los vamos a quitar).
Echamos en el aceite caliente la pimienta cayena. No hace falta ponerla al fuego, ya que se puede quemar con facilidad. Dejamos un minuto así la pimienta y le agregamos el tomate.
Le agregamos el bicarbonato de sodio alimentario, removemos todo bien y subimos el fuego a fuego alto para que el tomate vaya soltando el agua.
Picamos el perejil fresco.
Cuando ha soltado parte del agua, pero no toda, podemos añadir la sal y las aceitunas (opcionales).
Lo dejamos un minuto más y añadimos el perejil fresco.
¡Ya está! Ya tenemos nuestra deliciosa salsa arrabiata italiana lista para ser agregada a nuestro plato principal.